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12 sept 2025
21:59
Un cooperativista minero golpeó al recientemente designado director del Servicio Nacional de Registro y Control de la Comercialización de Minerales y Metales (Senarecom), Iván Martínez, conocido como el “Martillo” del Movimiento Al Socialismo (MAS).
El hecho no fue un simple altercado: fue la demostración más descarada del poder paralelo que ejerce el cooperativismo minero en Bolivia. Con la toma de oficinas y el veto abierto a la designación de Martínez, los mineros dejaron en ridículo al Ministerio de Minería, que apenas había oficializado su nombramiento.
No hubo tiempo para posesiones ni discursos. La irrupción fue inmediata, violenta y contundente. Dirigentes del sector, además de increpar a Martínez, cerraron las puertas de Senarecom en Potosí y advirtieron que no permitirán que nadie se imponga por encima de la Fedecomin.
El episodio desnudó, una vez más, el frágil y desigual equilibrio entre el Gobierno central y las cooperativas mineras, socios políticos cuando conviene, verdugos implacables cuando sus intereses están en juego. El mensaje fue claro: el cooperativismo no solo acompaña al poder, sino que lo condiciona, lo doblega y lo humilla cuando es necesario.
Para los cooperativistas, Martínez representa la imposición del ministro de Minería, Alejandro Santos, al cual calificaron de “traidor”, algo inaceptable en su lógica de autonomía e intereses.
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