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19 oct 2025
08:45
Veintidós años después de las jornadas de octubre de 2003 que cambiaron el rumbo político del país, y seis años después de la crisis electoral que derivó en la salida de Evo Morales del poder, Bolivia encara un nuevo capítulo de su historia democrática. Hoy, domingo, los ciudadanos volven a votar en un inédito balotaje, cargado de expectativas y esperanza por consolidar un sistema democrático que, pese a sus tropiezos, ha sabido resistir durante más de cuatro décadas.
Los recuerdos de aquellos días convulsos —cuando el país vivió el derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada y el inicio de una larga hegemonía del Movimiento Al Socialismo (MAS)— aún están presentes. Sin embargo, el tiempo también ha permitido abrir espacios para la reflexión y la búsqueda de nuevos caminos hacia la estabilidad política y el diálogo.
Octubre, mes clave en la historia reciente de Bolivia, fue escenario de duras jornadas sociales. En 2003, las movilizaciones conocidas como la “Guerra del Gas” marcaron un antes y un después, dejando una profunda huella por la pérdida de vidas y el clamor popular por justicia y cambio. De esa crisis emergieron nuevas fuerzas políticas y sociales, que transformaron el mapa político y abrieron paso a un ciclo distinto en la conducción del Estado.
POTOSÍ, 2029
En 2019, Bolivia volvió a vivir un punto de quiebre en su historia reciente. La crisis política de ese año marcó el final del largo ciclo de poder del expresidente Evo Morales, quien el 10 de noviembre —fecha en que Potosí celebraba su efeméride departamental— presentó su renuncia, abrumado por la creciente presión social que emergió precisamente desde ese departamento.
Lo que comenzó como una movilización cívica en defensa del voto popular se transformó rápidamente en una ola nacional de protestas, con ciudadanos en distintos puntos del país exigiendo respeto a la democracia y transparencia electoral. Las denuncias de fraude en las elecciones generales, sumadas al descontento acumulado por años de centralismo político, encendieron una protesta sin precedentes que reunió a diversos sectores sociales, urbanos y rurales.
Finalmente, acorralado por las manifestaciones, la pérdida de respaldo político y el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas, Evo Morales decidió abandonar el país rumbo a México. Aquel episodio, que dejó profundas lecciones y heridas, también reavivó el debate sobre la necesidad de fortalecer las instituciones democráticas, garantizar la independencia de los poderes del Estado y evitar que el poder se concentre en una sola figura.
Pese a la tensión y la incertidumbre que se vivieron entonces, el desenlace de 2019 permitió que Bolivia iniciara un proceso de transición democrática y que la ciudadanía reafirmara su convicción de que el cambio verdadero solo puede lograrse a través de la participación activa y pacífica del pueblo.
Hoy, con una ciudadanía más consciente y un electorado dispuesto a participar activamente, el país enfrenta una oportunidad para reafirmar su compromiso con la democracia. Lejos de los enfrentamientos del pasado, el desafío actual es construir consensos, fortalecer las instituciones y mirar hacia adelante con la convicción de que la soberanía del voto sigue siendo la herramienta más poderosa para definir el destino de Bolivia.
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